El Centro D. de Uribe, por ser agrupación
política de derecha -y acentúo lo de la preposición “de” para
connotar una relación de propiedad, de dependencia respecto a la persona-, no por ser
de vocación diestra, ha de merecer el estigma de la gente de otros
partidos y del gobierno. Cabida en el
ordenamiento de nuestra deficitaria democracia merece, si fuera de ese flanco o
de la izquierda. O de centro, que no lo es. Lo grave es que su práctica se
asocie con lo siniestro. He aquí el
asunto.
Sin embargo dejemos esto para más
luego. Por lo pronto aventuremos
despejar el interrogante del título. Lo de oposición al gobierno Santos, al
régimen, al sistema político (Estado) que nos rige.
Empecemos por decir que Uribe,
por sus antecedentes en la práctica política: militó en el partido Liberal; fue
socio en la fundación del partido de la U,
ocupó los cargos de alcalde y gobernador de Antioquia, y fue
parlamentario por varias legislaturas antes de alzarse con la “silla”
presidencial por dos ocasiones seguidas (estrenando la figura de la
re-elección, de su propia iniciativa mientras ejercía su primer período
presidencial). Por los datos que encierra este periplo, y por el contenidos de
sus actos y obra en sus diferentes roles, sin incluir sus oscuros pasajes que
contempla una proclividad por la ilegalidad; y por su relación de propiedad con
la tierra y otras inversiones económicas, Uribe es hijo pródigo de éste
sistema, del Estado. Y sobre esas mismas estructuras ha realizado “mejoras” y
“adecuaciones”, dejando visible su impronta. Por tan simple muestrario, Uribe y
sus correligionarios en el Centro D., no tiene cómo ser fuerza política de oposición a este modelo de sistema
económico-social y político, al que ha contribuido a forjar -y de qué manera-.
Otra cosa bien diferente, es que con respecto al presidente Juan Manuel Santos,
y su gobierno (I), y el que vine (II), Uribe guarde ojerizas por el
sacudimiento que Santos hizo de su marca política y de su pretensiones de
reducirlo a apéndice de su proyecto, mas aunque existan diferencias entre
ellos, éstas no son de una intensidad y grosor, tales (políticas) que den para
otorgarle al uribismo la categoría de
fuerza opositora al gobierno en el congreso recién instalado, especialmente si
se reconoce los signos – y + de las fuerzas en el espectro político del actual
parlamento que inicia nueva legislatura.
El Centro D. de Uribe carece de
la sustancia y forma para asumir la misión opositora y desplazar de ésta a las
facciones políticas que en Colombia conforman la izquierda, que sí las asiste
razones de toda índole para tal rol. Que éstas sean una minoría bastante
reducida, en sí mismo no le resta peso y significado a su labor.
Lo que sí están dejando leer los
primeros acontecimientos en el legislativo y, evidencian las iniciativas de
origen uribista, es que más allá de la ojeriza contra Santos (que de Santo,
nada!), más allá del carácter
pendenciero del jefe, el único y
poderoso argumento para arrogarse la
prerrogativa de fungir como fuerza
opositora, reside en la clara y manifiesta intención de legitimar la impunidad, utilizando incluso los atajos, en lo que
son profesionales compulsivos, poniendo a salvo de la justicia un grueso número
de militares incursos en delitos atroces contra los derechos humanos y, por la
misma senda tirar salvavidas a sus agentes civiles (copartidarios) enredados de
pies a cabezas con los letra del código penal. Mientras, él y sus obsecuentes
se desgañitan contra el proceso de negociación política para alcanzar la paz
con la guerrilla, aduciendo que éste tiene un alto costo: “Impunidad para los
graves delitos cometidos por la dirigencia subversiva. Pero a propósito, se le olvida al hoy ex-presidente que en su
gobierno la llamada “ley de justicia y paz” con la que selló la “negociación
con los paramilitares” fue sobradamente laxa no obstante los delitos de lesa
humanidad cometidos.
He ahí el fundamento que soporta
su pretensión de erigirse en oposición al gobierno! Ah, bueno y su endémica proclividad
por la ilegalidad. Cuando Uribe habla de
justicia e impunidad, lo hace blandiendo la ley del embudo.
Por otro lado no van a ser pocos los momentos durante las sesiones de este legislativo en que el Centro D. de Uribe y sectores de los partidos liberal, Conservador, PIN y de la U. en convergencia, van a confirmar razones de fondo que harán imposible que aquella agrupación cumpla o ejerza su publicitada agenda opositora.
Ramiro del Cristo Medina Pérez
Santiago de Tolú, julio 28 - 2014
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